«Si en vez de haber adoptado el € como moneda nos mantuviéramos con la peseta, en una situación de recesión parecida a la de ahora, con devaluar nuestra divisa nuestros productos se harían más baratos a nuestros clientes europeos y al aumentar las exportaciones se reactivaría la producción, se generarían puestos de trabajo, se incrementaría el consumo interno y en consecuencia la economía volvía a crecer. »
Este razonamiento o similar, sale en tertulias, en los periódicos…..y en hasta en discursos políticos….
Reducir el precio si trabajamos en euros o devaluar la peseta si continuáramos con ella desde luego no es lo mismo para el productor. Si el fabricante reduce el precio de su producto para vender en el extranjero asume un menor margen unitario, lo que no ocurrirá si es el Estado el que devalúa la moneda. Sin embargo, al cliente extranjero, en este caso nuestro importador europeo, le daría lo mismo si paga lo mismo por ese producto, que el país de origen haya devaluado su moneda o que el fabricante haya disminuido sus precios.
Entre dos productos iguales, el más barato lleva más ventaja y por tanto tiene más probabilidades de ser seleccionado por el cliente, luego el razonamiento inicial tiene sentido y por tanto, el fabricante que exporta se beneficiará de una devaluación y más todavía, si su producto no precisa para su elaboración importar materias primas o energía que habría que pagar en moneda extranjera.
Pero estudiando este tema desde la demanda y centrándonos exclusivamente en el aspecto de la ventaja comercial que supone una disminución del precio: ¿ Cuánto habría que devaluar hoy nuestra moneda para conseguir incrementar nuestras exportaciones?. O dicho de otra manera: ¿Cuánto habría que bajarle el precio a nuestros productos para que los que no nos compran en Europa nos comprasen?
Es razonable pensar que en caso de productos genéricos, sin marca, que resultan indiferentes en términos de calidad al consumidor europeo, el cliente seleccione de entre los que tenga a su disposición el producto más barato. La cuestión aquí es por tanto estar al alcance del cliente, ser una opción real de su proceso de selección, para aprovechar esa ventaja competitiva que supone ofrecer el mismo producto a un precio inferior.
Es necesario estar ahí, en la competición, para aprovechar la ventaja que puede permitirte ganar. De nada sirve ofrecer un producto igual pero más barato, si no estás en el circuito: Canales de Comercialización, Puntos de Venta,…..etc.
Si construir y llenar esa cañería que lleva nuestros productos hasta el cliente lleva su tiempo, tenemos que pensar que nuestros competidores, ante la decisión de una devaluación o reducción de precios, no se quedarían de brazos cruzados y debemos esperar una reacción por su parte… ¿ qué pasaría si pueden permitirse otra devaluación similar a la nuestra? ¿ Entramos en una guerra de precios? ¿Quién aguantaría más ?
Cuando la ventaja competitiva de un producto es únicamente el precio, las amenazas son constantes y la única estrategia posible es crecer en unidades para reducir el coste unitario aprovechando las economías escala. Este tipo de productos, en la medida en que nos sean perecederos, se producen en plantas ubicadas en territorios que optimizan los costes de acopio, producción y distribución. ¿Son estos los productos españoles que se aprovecharían de una devaluación y nos sacarían de la crisis? ¿ Con qué países compite España en esta clase de productos?
Si consideramos los productos españoles que compiten en Europa además de por precio, por calidad, diseño, servicio,….y nos preguntamos también qué descuento habría que hacer hoy en ese producto para que un consumidor europeo se decidiera por el nuestro, a la reflexión anterior hay que sumar aspectos mas complejos que tienen que ver con la fidelidad del cliente a la marca y al valor que puede darle a cada una de las características que diferencian nuestro producto en relación al resto.
Para saber si somos o no somos competitivos tenemos que compararnos, medirnos y en cuanto sea posible diferenciarnos para ser más atractivos, más deseados o más necesarios que otros. Además es preciso «trabajarse el mercado», «estar ahí»y alcanzar cuotas de mercado significativas y estables, que creen inercias que nos den opciones para poder reaccionar ante los ataques de los competidores.
Ser conocido por los Canales de Distribución, valorado por los márgenes que les permitimos ganar y respetado por la fiabilidad del servicio es el prestigio que un buen productor/fabricante/empresario debe trabajarse para poder ser invitado a competir en el mercado.
Por último y conforme nuestro producto sea más diferenciable, la fidelidad del cliente es otra trinchera que los competidores tendrán que conquistar para desplazarnos.
En mi opinión, devaluar nuestra moneda no nos haría más competitivos en términos reales, tendría un efecto positivo en las cuentas de resultados de nuestros exportadores, en la medida en que estos estuvieran en condiciones de aprovechar esa ventaja, que se compensaría a nivel nacional por el incremento del coste de nuestras importaciones.
Tal vez, asumir mediante una devaluación que somos en relación a los franceses, alemanes….. más pobres de lo que nos creíamos, nos daría más opciones de atraer sus
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