Cuando Miguel Indurain estaba en activo no me perdía ninguna etapa del Tour de Francia y aunque desde que lo dejó el ciclismo para mí ya no es lo mismo, todos las años hay alguna etapa que despierta mi interés y me lleva al televisor.

El ciclismo es realmente un deporte duro. Las grandes vueltas como el Tour, el Giro o la Vuelta vienen a tener 20 ó 25 etapas de unos 200 ó 250 Kms,  es decir 3000 Kms. en cada una de ellas, lo que puede llevar a un ciclista recorrer más de 10.000 Kms en apenas 4 meses.

Français : TOUR DE FRANCE 1993

Français : TOUR DE FRANCE 1993 (Photo credit: Wikipedia)

Ante semejante panorama siempre me ha llamado  la atención como al iniciarse una prueba y también a la salida de cada etapa,  el ambiente es de alegría, de ilusión. Los ciclistas saludan al público, se gastan bromas entre sí y empiezan la carrera relajados, juntos, pedaleando tranquilamente.

Sabiendo que les esperan muchos kilómetros para llegar a la meta y que al final sólo podrá ganar uno de ellos,  la opción que parecería más cómoda para todos sería ir así, en pelotón,  sin más desgaste que recorrer la etapa disfrutando incluso del paisaje, dejando para el final la pelea por la victoria.

Sin embargo esto no es así. Cuando uno menos se lo espera, a veces a los pocos Kilómetros de la salida, hay un tirón por parte de un corredor al que inmediatamente unos quieren neutralizar y otros quieren ayudar para provocar una escapada.

Este fenómeno siempre se produce varias veces eliminando las opciones de los corredores que quedan atrás hasta que una escapada o un sprint, hace inalcanzable  a un corredor.

Día a día,  lo que podría ser un paseo en bicicleta la mayor parte de un largo trayecto,  se transforma en una competición de alto nivel para todos los ciclistas, que les exige su máxima concentración tanto para optimizar su esfuerzo sobre la bicicleta, como para vigilar a todos sus rivales y así estar en condiciones de evitar una de esas escapadas  o provocar la definitiva…..la suya.

Y es que cada equipo, al compararse con los demás y en función del perfil de cada etapa, trata de desplegar sus tácticas y estrategias para aprovechando sus propias capacidades, habilidades y especialización de sus ciclistas maximizar sus opciones de victoria. Victoria en el deporte significa: satisfacción personal, reconocimiento, nuevos contratos, dinero…. y por tanto llegar a alcanzar una compensación al esfuerzo, dedicación, tiempo y dinero que supone prepararse para competir al nivel que requiere una prueba tan importante como el Tour.

Algo parecido pasa todos los días en los mercados. Cuando todo parece estar tranquilo, una empresa  lanza un ataque con un nuevo producto, una acción promocional en una zona o una campaña publicitaria para introducir un nuevo formato…… y el equilibrio del mercado se transforma en competición.

La competición en los mercados es algo instintivo, natural. Es el medio que permite a los competidores optar a mejores resultados y garantizarse más tiempo su supervivencia, pero es al mismo tiempo el componente esencial que facilita la eficiencia del mercado favoreciendo principalmente al consumidor. Gracias a la competencia, el consumidor accede a precios más bajos en productos similares, pero lo más importante de ese esfuerzo que se genera entre quienes compiten en el mercado, es que el consumidor puede disfrutar de mejoras en el producto resultado de la innovación y también de nuevos productos derivados de la investigación con que cada competidor quiere sorprender al mercado.

La inteligencia en casi todos los deportes ha tenido siempre mayor recompensa que el mero esfuerzo físico. También las empresas y los países que aplican más y mejor el conocimiento y la inteligencia colectiva de sus empleados y ciudadanos, prevalecen sobre las que no lo hacen así.

La capacidad de gestionar el conocimiento dentro de una empresa, de innovar, de investigar,  genera ventajas competitivas que hacen obsoletos otros productos,  llevando al mercado a otro estadio sólo apto para competidores de un nivel más evolucionado, más sofisticado.

Ese tirón que supone el resultado comercializado de la innovación y el trabajo de investigación dentro de la empresa, es la única opción para muchos competidores de  ganar una etapa y tal vez la carrera distanciándoles del pelotón.

La emoción de competir, de aspirar a estar entre los mejores, de ganarse el respeto de la gente y de prosperar económicamente, es la que nos transmiten los ciclistas a quienes como yo,  siguen algunas etapas del Tour de Francia en el verano. Si una región, una empresa no vive una cultura así y no transmite un ambiente parecido,  difícilmente estará en condiciones de competir en el mercado.

Sin competitividad no hay motivación para superarse, mejorar, innovar, investigar……y sólo esa emoción compartida es la que crea equipo y atrae a los más competentes.

Saludos,

EDM