La percepción general es que esto no funciona. Y no es que no funcione el Gobierno, es que no funciona la Oposición, no funciona el Parlamento, no funciona la Administración, parece que ya no funciona nada.
Les vemos con cara de velocidad entrando y saliendo de las edificios oficiales, asistiendo a los actos sociales, promulgando discursos cargados de solemnidad y demasiadas veces en la prensa, cruzándose puñaladas que superan ya la dimensión meramente dialéctica.
Nos da la sensación de que esto, que es Navarra, se les ha ido de las manos a todos y los navarros estamos perplejos, porque ya nadie sabe adónde nos lleva este carrusel en el que cada uno gira a su bola y en el que se han instalado la decepción y la desconfianza.
Suenan tambores de elecciones como si fueran de guerra. La que llamábamos la fiesta de la democracia, se esgrime ahora como arma arrojadiza o más bien, como una bomba de relojería que para resolver los problemas tuviera que estallar para que se lleve a todos por delante.
Las elecciones deberían volverse a ver en Navarra como una fiesta, como una oportunidad de mejorar nuestra Comunidad Foral, en la que los navarros pudiéramos elegir a los mejores líderes y los mejores proyectos. Desgraciadamente, lo que hoy muchos pensamos es que el muestrario que nos ofrece el panorama político es muy pobre y tiene poco bueno dónde elegir.
El “quítate tú para ponerme yo” no es lo que le conviene a ninguna democracia y menos a la de una Comunidad pequeña como la nuestra, en la que más o menos nos conocemos todos y en la que el “trabajo en equipo” debería ser la clave.
Deberíamos cambiar este ambiente para pasar de la discusión al diálogo y para que pueda haber entendimiento. Los que los tengan, deberían olvidarse de los personalismos para que prevalezcan las ideas de partido en sus argumentos y siempre los intereses generales de Navarra.
Necesitamos líderes competentes que piensen con la cabeza y actúen con corazón.
Para mandar hay que saber dirigir, porque para tomar una decisión, además de valorar sus consecuencias, hay que calcular también la factibilidad de ejecutarla.
La lealtad entre personas exige confianza y la confianza, además de por la afinidad surge del respeto mutuo. La prepotencia es el enemigo principal de quién quiere conseguir que lo que es una idea o una decisión, se transforme en una realidad.
En un momento en el que la sociedad navarra está desorientada y preocupada, se precisa más que nunca de líderes de fiar y de equipos de personas capaces, que desde los partidos políticos que quieren optar a dirigir nuestra comunidad, elaboren programas factibles que nos saquen del atolladero. ¿ Tenemos esos líderes?. ¿Tenemos los programas?. ¿ Tendremos la posibilidad de conocerlos antes de que tengamos que votar en unas próximas elecciones?
Peter, el del famoso principio al que le dio su nombre, nos recuerda que todos tenemos un nivel de competencia que superado, nos transforma en incompetentes. Este principio es de vital importancia recordarlo cuando las cosas están revueltas, el ambiente enrarecido y hay que elegir a los líderes.
Muchos de los problemas que venimos padeciendo en este país tienen que ver con que las personas al frente, no han estado bien elegidas. Habrán sido votadas por los miembros de sus partidos políticos y votados por los ciudadanos, pero no han estado bien elegidas.
Los procedimientos utilizados para elegir a los candidatos y para de entre ellos elegir a los líderes, no funcionan y a la postre, las cosas dejan de funcionar.
Si cualquiera no sirve para dirigir una organización, una empresa, mucho menos vamos a encontrar personas capacitadas para liderar un Gobierno y por tanto un País.
Desgraciadamente el sistema se ha contaminado de sí mismo, porque el propio desprestigio de la política ahuyenta de ella a los que serían los más necesarios, a los más capaces.
En un ambiente en el que los razonamientos no pasan de la palabrería, las ideas corren el riesgo de transformarse en consignas y algunos militantes en fundamentalistas. Se necesita más competencia, más humildad, más espíritu de servicio a la sociedad, para conocer mejor la realidad, diseñar programas que la mejoren y explicárselos a la gente para que los conozcan y los voten.
El problema es general, se da en otras Comunidades, a nivel nacional y también en otros países, pero aquí en Navarra es dónde más nos duele.
Recuperar la credibilidad de nuestras sociedades, pasa por recuperar el prestigio de la política y sólo cuando la oferta de los partidos políticos aúne personas competentes, experimentadas y sensibles, con programas serios, factibles y estimulantes, podremos volver a hablar de la fiesta de la democracia; mientras esto no sea así, las elecciones no pasarán de ser un trámite y en todo caso, el día en que se celebren, fiesta para la abstención.
Enrique Díaz Moreno
Ingeniero Industrial. MBA IESE.
www.businessfokus.me
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