De nada sirve «matar al mensajero» que nos trae las noticias que no queremos oir. La realidad está ahí, aunque uno cierre los ojos y se tape los oidos.
Hoy los europeos, acostumbrados a ser los «reyes del mambo», no queremos aceptar que mantener nuestros principios, nuestros valores, nuestra manera de entender la vida, supone un coste enorme para nuestra sociedad.
Dragui es el tuerto de la economía al que los ciegos, casi todos los demás, no quieren creer; Especialmente en Italia.
Algo así ha pasado en España, pero nuestro gobierno decidió hace un mes deshacerse del presidente del Instituto Nacional de Estadística para que los datos, la realidad y el sentido común, no estropearan los difíciles presupuestos que se les (nos) vienen encima para el 2023.
Es cierto que la situación actual europea la ha catalizado la guerra de Putin, pero nuestra dependencia energética y nuestra falta de decisión para reaccionar ante el cambio climático ( nuestros gobiernos conocían sus efectos desde hace más de 30 años), no han pasado de ser el discurso políticamente correcto de sociedad pasota y adormecida.
Putin nos ha despertado de la siesta veraniega con su guerra sobre Ucrania y, aunque de momento no ha pasado de ser el capítulo amargo de los telediarios, sus efectos empiezan a sentirse en nuestras vidas.
Las ganas de vivir que hemos acumulado por el COVID y las olas de calor, nos arrastran a la playa y a la diversión pero, aunque «matemos o acallemos a los mensajeros cerrando nuestros ojos y nuestros oidos, la realidad está ahí, esperándo…
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